Sempronio

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Sempronio: Es un personaje ambicioso, cobarde, agresivo, impaciente, desvariado…
AQUÍ DETALLO ALGUNAS DE LAS INTERVENCIONES EN LAS QUE PODEMOS VER LOS RASGOS DE LA PERSONALIDAD DE SEMPRONIO:
En esta intervención podemos ver su ambición. 
SEMPRONIO.- ¡Ay, sí hiciste bien! Allende de remediar tu vida, ganaste muy gran honra. ¿Y para qué es la fortuna favorable y próspera, sino para servir a la honra, que es el mayor de los mundanos bienes? Que esto es premio y galardón de la virtud, y por eso la damos a Dios, porque no tenemos mayor cosa que le dar, la mayor parte de la cual consiste en la liberalidad y franqueza. A ésta los duros tesoros comunicables la oscurecen y pierden, y la magnificencia y liberalidad la ganan y subliman. ¿Qué aprovecha tener lo que se niega aprovechar? Sin duda te digo que mejor es el uso de las riquezas que la posesión de ellas. ¡Oh qué glorioso es el dar! ¡Oh qué miserable es el recibir! Cuanto es mejor el acto que la posesión, tanto es más noble el dante que el recibiente. Entre los elementos, el fuego, por ser más activo, es más noble, y en las esferas puesto en más noble lugar. Y dicen algunos que la nobleza es una alabanza que proviene de los merecimientos y antigüedad de los padres. Yo digo que la ajena luz nunca te hará claro si la propia no tienes. Y, por tanto, no te estimes en la claridad de tu padre, que tan magnífico fue, sino en la tuya. Y así se gana la honra, que es el mayor bien de los que son fuera de hombre. De lo cual no el malo, mas el bueno, como tú, es digno que tenga perfecta virtud. Y aun te digo que la virtud perfecta no pone que sea hecho condigno honor. Por ende, goza de haber sido así magnífico y liberal, y de mi consejo tórnate a la cámara y reposa, pues que tu negocio en tales manos está depositado. De donde ten por cierto, pues el comienzo llevó bueno, el fin será muy mejor. Y vamos luego, porque sobre este negocio quiero hablar contigo más largo.
En estas intervenciones podemos ver su impaciencia.
SEMPRONIO.- O yo no veo bien, o aquélla es Celestina. ¡Válgala el diablo, haldear que trae! Parlando viene entre dientes.
CELESTINA.- ¿De qué te fatigas, Sempronio? Creo que en verme.
SEMPRONIO.- Yo te lo diré: la raleza de las cosas es madre de la admiración; la admiración concebida en los ojos desciende al ánimo por ellos; el ánimo es forzado descubrirlo por estas exteriores señales. ¿Quién jamás te vio por la calle abajada la cabeza, puestos los ojos en el suelo, y no mirar a ninguno como ahora? ¿Quién te vio hablar entre dientes por las calles y venir aguijando como quien va a ganar beneficio? Cata que todo esto novedad es para se maravillar quien te conoce. Pero esto dejado, dime, por Dios, con qué vienes. Dime si tenemos hijo o hija, que desde que dio la una te espero aquí y no he sentido mejor señal que tu tardanza.
CELESTINA.- Hijo, esa regla de bobos no es siempre cierta, que otra hora me pudiera más tardar y dejar allá las narices; y otras dos, y narices y lengua; y así que, mientras más tardase, más caro me costase.
SEMPRONIO.- Por amor mío, madre, no pases de aquí sin me lo contar.
En esta intervención Pármeno nos dice que Sempronio es desvariado.
PÁRMENO.- Madre, mi segundo yerro te confieso y, con perdón de lo pasado, quiero que ordenes lo por venir. Pero con Sempronio me parece que es imposible sostenerse mi amistad. Él es desvariado; yo, malsufrido. Conciértame esos amigos.
En esta intervención vemos la agresividad que tiene Sempronio.
SEMPRONIO.- ¿Qué quieres que haga una puta vieja alcahueta, que sabe y entiende lo que nosotros callamos, y suele hacer siete virgos por dos monedas, después de verse cargada de oro, sino ponerse en salvo con la posesión, con temor no se la tornen a tomar después que ha cumplido de su parte aquello para que era menester? ¡Pues guárdese del diablo que sobre el partir no le saquemos el alma!
En estas intervenciones podemos ver tanto la cobardíade Pármeno como la de Sempronio.
SEMPRONIO.- ¡Huye, huye, Pármeno, que carga mucha gente! ¡Guarte, guarte, que viene el alguacil!
PÁRMENO.- ¡Oh pecador de mí, que no hay por dó nos vamos, que está tomada la puerta!
SEMPRONIO.- ¡Saltemos de estas ventanas; no muramos en poder de justicia!
PÁRMENO.- ¡Salta, que yo tras ti voy!
Y en esta también podemos ver  la cobardía de Sempronio.
SEMPRONIO.- Todas las vertí por ir más liviano, que harto tengo que llevar en estas corazas que me hiciste vestir por importunidad, que bien las rehusaba de traer porque me parecían para huir muy pesadas. ¡Escucha, escucha! ¿Oyes, Pármeno? ¡A malas andan! ¡Muertos somos! Bota presto, echa hacia casa de Celestina, no nos atajen por nuestra casa.

CARTA DIRIGIDA AL LECTOR


Estimado lector:

Te preguntarás por qué durante la obra soy de esta manera, y te responderé que no se ser de otra. La vida me ha enseñado a ser así, mi vida ha sido muy dura y a continuación te contaré un poco  que ha hecho que mi personalidad sea así de ruin.

Mi vida  empezó en una pequeña casita en las montañas de la cuidad de Toledo. Mi madre al darme a luz, murió y quedé solo con mi padre. Al principio mi padre quería salir adelante y puso todo su empeño para conseguirlo durante los primero cinco años de mi vida, pero cada vez su enfermedad lo iba debilitando más, hasta que al final no pudo superar la tuberculosis y murió, así que me quede huérfano a  los cinco años. Debía ganarme la vida y en aquella época no era nada fácil, tuve que agudizar mi ingenio, sacar mis peores armas y mostrarme una persona dura y fría. Tuve que salir adelante  robando y mal viviendo. Hasta que un día me acogió un ladrón en  su casa. Pero no penséis que la vida me dio un giro para mejor con este cambio, sino todo lo contrario. Mi nuevo acompañante en un principio parecía ser un buen hombre y lo era, pero cuando se ponía muy borracho me pega y me insultaba. Cosa que era casi habitual, por lo que me mandaba robar para él, ir a buscarle mujeres… y  siempre lo quería todo al instante. Aquel hombre siempre decía que su único deseo era el de llegar a tener muchísimo dinero, tanto escuché esto y que no conocía otra vida que aquella,  que  la codicia se apoderó de mí. Cuando el ladrón murió, fui en busca de un trabajo ¡YA ESTABA HARTO DE ROBAR PARA PODER SOBREVIVIR! Y lo encontré, en casa de Calisto un caballero muy ingenuo, fácil de manipular para poder  sacarle todo a mi favor y mi provecho. Y así he continuado  hasta que por egoísmo y avaricia  he llegado a matar y me he matado a mi mismo.
Sandra Gómez Arellano 1ºA Bachillerato

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